Una razón más por la que el mundo sindical nunca debe ir a Davos

Las plataformas más (im)populares de trabajo digital, como Uber, Deliveroo, Postmates y Cabify acordaron, en el marco de la reunión anual del Foro Económico Mundial en los Alpes suizos, comprometerse con algunos "principios clave que, en su opinión, deberían fortalecer la plataforma de trabajo", contenidos en la Carta de principios para el buen trabajo en las plataformas digitales.

Bajo el auspicio del Foro Económico Mundial, y aprovechando los flashes y el glamour de #Davos2020, en el que los ultra-ricos y poderosos discutían, por ejemplo, "Tech for Good", entre canapés de caviar -no iraní, por supuesto- y copas de champán, algunas de las plataformas más (im)populares de trabajo digital, como Uber, Deliveroo, Postmates y Cabify, se comprometieron con algunos "principios clave que, en su opinión, deberían fortalecer la plataforma de trabajo", contenidos en la Carta de principios para el buen trabajo en las plataformas digitales. (en inglés).

Esta Carta comienza con una declaración que exagera los beneficios de las plataformas, y en su primer punto destaca que "Las plataformas de trabajo/servicios digitales están [...] ayudando a muchos trabajadores de las plataformas a lograr seguridad económica, un mayor control sobre sus horas de trabajo y a desarrollar nuevas habilidades".

Nada más lejos de la realidad: bien sabemos y hay datos científicamente comprobados que demuestran cómo las plataformas de trabajo/servicios digitales deterioran las condiciones de trabajo, explotando al máximo a lxs trabajadorxs vulnerables.

También es irónico leer en la Carta que "es importante que los trabajadores de las plataformas estén clasificados de manera apropiada en virtud de la ley y la reglamentación adecuada prevista para estas formas de trabajo y servicios", mientras que al mismo tiempo, en su propia definición de "trabajadores de las plataformas", se indica en una nota de pie de página que "El uso de 'trabajador' es genérico y no tiene ninguna connotación laboral; no implica la definición de trabajador en la legislación laboral de ciertos países".

Podríamos analizar más a fondo la Carta, pero en casi toda su extensión es un sin sentido, así que, en lugar de perder el tiempo, queremos simplemente destacar dos puntos.

Primero, la Carta es un intento deliberado, una herramienta de marketing, para mejorar la imagen y la reputación de estas empresas sin comprometerse realmente a nada.

A diferencia de los Acuerdos Marco Internacionales (AMI) acordados entre las federaciones sindicales internacionales (FSI) y las empresas multinacionales, y de la mayoría de los instrumentos de responsabilidad social corporativa (CSR, por sus siglas en inglés) adoptados unilateralmente por estas últimas, la Carta no contiene ni una sola mención a los Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo de la OIT, a los principios de Ruggie, ni a los principales instrumentos de derechos humanos de la ONU o convenios de la OIT; carece totalmente de sustancia.

Esta actitud muestra también el desprecio de estas empresas por el diálogo social, los derechos de lxs trabajadorxs y los derechos humanos. Este lavado de imagen lo podemos comparar con Arabia Saudita, que organiza un evento deportivo de alto nivel, como el Dakar, o un partido de fútbol permitiendo a las mujeres en las gradas, esperando que nos olvidemos de que están bombardeando a lxs niñxs en Yemen o que torturaron y descuartizaron al periodista Jamal Khashoggi. Por cierto, uno de los principales inversionistas de Uber es el Fondo Soberano de Inversión de Arabia Saudita, que invirtió 3.500 millones de dólares en Uber en 2016 y es dueño del 5,4% de la compañía (en inglés).

La Carta forma parte de una operación de control de daños para contrarrestar los efectos de las numerosas sentencias judiciales en diferentes jurisdicciones que recientemente han declarado que lxs trabajadorxs de las plataformas son "empleadxs" (y por lo tanto tienen derechos, como la seguridad social), y no contratistas individuales, como pretenden estas empresas.

No debemos olvidar que Uber y Postmates -dos de los "miembros fundadores" de esta Carta- demandaron recientemente que el proyecto de ley 5 del estado de California fuera declarado inconstitucional. Esta ley, que debía entrar en vigor el 1 de enero de 2020, exige que lxs trabajadorxs de la gig-economy sean reclasificados como empleadxs en lugar de contratistas. La ley fue aprobada por una abrumadora mayoría tanto en el Senado como en la Asamblea estatales en septiembre de 2019. Después de eso, Uber, su competidor Lyft, y el servicio de entrega de alimentos DoorDash, se comprometieron a aportar 90 millones de dólares para luchar contra la medida legislativa. Esto debería despejar cualquier duda sobre las verdaderas intenciones de estas empresas.

Segundo, y la razón por la que el mundo sindical nunca debe ir a Davos (ni esta vez, ni en el pasado, y esperemos que nunca más en el futuro), es que yendo allí no conseguimos nada. Por el contrario, la participación sindical en Davos está legitimando la idea de que es un foro participativo y democrático, cuando en realidad es todo lo contrario.

Davos es un escenario para y por las personas que mueven los hilos de este mundo, los que presionan fuertemente e intentan subvertir los gobiernos y las instituciones multilaterales. Está moldeado de acuerdo a sus tiempos y necesidades. Escuchan lo que quieren, cuando quieren, y sólo cambiarían las cosas a condición de no cambiar nada - una fórmula alquimista perfecta que no disminuirá su riqueza, posición y/o reputación. La Carta es otro ejemplo de ello, y aunque no podemos decir que el mundo sindical la haya aprobado, ocurrió en Davos, donde estaban presentes.

Si queremos cambiar las cosas, y no tenemos dudas de que lo queremos, no es en foros como Davos donde vamos a lograrlo. Es en las calles de Seúl, París, Buenos Aires, Santiago, Beirut. Es a través de la OIT, la ONU, la OECD tal vez; foros en los que no solamente tenemos voz, sino que somos respetadxs por lo que hacemos y por lo que podemos lograr.