Nayareth Quevedo: “El movimiento sindical chileno está presentando su propia agenda”

La central sindical y los sindicatos están buscando todos los días defender sus puntos de vista y rechazar las propuestas del gobierno a través de convocaciones a manifestaciones y conferencias de prensa, explica la secretaria subregional para el Cono Sur de la Internacional de Servicios Públicos (ISP).

Por Isaías Dalle

Publicado originalmente, en portugués, en la página web de la Fundación Perseu Abramo

El movimiento sindical y las fuerzas de izquierda locales están disputando como pueden, desde las primeras horas, la narrativa y dirección de las protestas que comenzaron el 18 de octubre en Chile.

Sin embargo, existe el riesgo de que la derecha instrumentalice la insatisfacción popular, acumulada durante años de indicadores sociales negativos y que ha estallado en una ola de protestas y represión sin precedentes en la historia reciente del país, tras el anuncio de un aumento de las tarifas del transporte público.

“Todo está muy confuso”, explica la periodista chilena Nayareth Quevedo, secretaria subregional para el Cono Sur de la Internacional de Servicios Públicos (ISP), un sindicato global que reúne a las entidades de servicios públicos. Quevedo está en el ojo del huracán y, siguiendo el ejemplo de muchos dirigentes sindicales, se despliega en la organización de actos públicos y en el esfuerzo de comunicación con los manifestantes, en un intento de dar formato a un liderazgo político mejor definido en medio de la perplejidad y la revuelta que se propagan sin que se sepa muy bien sus resultados.

Una señal de que la disputa, aunque de germen popular, estudiantil y laboral, sigue abierta, es una reciente encuesta de opinión que indica que el ultraderechista José Antonio Kast es uno de los favoritos a la elección presidencial, si se produjera en los próximos días. “Podría ser nuestro Bolsonaro”, dice Nayareth.

Por otro lado, el gobierno y las élites dan señales inequívocas de miedo, proponiendo medidas que aparentemente son favorables para el pueblo. El empresario más poderoso del país prometió conceder un aumento por encima del salario mínimo a los trabajadores de sus empresas, e incluso pidió perdón. El gobierno promete aumentar el valor de la pensión solidaria creada por la ex presidenta Michelle Bachelet.

“Pero por ahora la gente rechaza estas medidas, porque son cosméticas”, dice la periodista. “Lo que el pueblo quiere es el fin de la Constitución heredada de Pinochet”. El alboroto social de los últimos días podría ser la oportunidad de darle la vuelta a este juego.

¿Cómo está la situación en Chile hoy? Hay noticias de que la huelga general convocada por los sindicatos chilenos a partir del día 23 de octubre tenía por objeto suspender el estado de sitio y, tal vez, establecer un liderazgo político a los levantamientos populares. Después de la huelga general, ¿ha cambiado la situación de alguna manera?

La CUT, la central sindical más grande que tenemos, que reúne al 90% de los trabajadores sindicalizados aquí en Chile, y el Movimiento Unidad Social, donde la Central es parte, son un ejemplo de convergencia de muchos sindicatos, muchos de los cuales son miembros de nuestra Internacional de Servicios Públicos, que convocaron una gran huelga general para el miércoles 23. La intención de esta marcha era demostrar al gobierno la fuerza de los movimientos populares, por un lado, y, por otro, que el gobierno entendiera que la salida de la crisis será a través de las organizaciones populares, sindicales y políticas, y no, como lo había intentado durante tanto tiempo, a través del diálogo y las negociaciones con las cúpulas de los partidos políticos.

La huelga del día 23 llegó un día después de que Piñera anunciara una serie de medidas como que la factura de la electricidad bajaría a través de la creación de un mecanismo de estabilización de las tarifas eléctricas, que aumentaría la pensión básica solidaria en un 20% (unos 30 dólares), que garantizaría un ingreso mínimo para todos los trabajadores de 350.000 pesos (480 dólares). En paralelo, informó de un aumento a un 40% de los impuestos para las rentas sobre 8 millones de pesos mensuales (11.000 dólares) y un seguro catastrófico y subsidio a medicamentos. Son medidas que la gente no aceptó, porque las consideró como migajas. Eso no es lo que quieren. Lo que la gente quiere básicamente es abrir la posibilidad de un pacto social que involucre a todos los actores sociales, y no sólo a los partidos políticos, para que se discuta lo que es básicamente de interés: cambiar la Constitución de Pinochet a través de una Asamblea Constituyente.

La Constitución que tenemos es heredada de un dictador, y el único presidente que había cambiado algo de esa Constitución en el 2005 fue Ricardo Lagos, cuando eliminó la existencia de senadores designados o vitalicios, entre otras modificaciones menores. Pero el hecho es que la gente ya no quiere esta Constitución. Porque es una legislación que socava los derechos básicos y humanos de las personas, una constitución que hace del agua, por ejemplo, una mercancía y no un derecho. Tenemos artículos nefastos como este sobre el agua, que considera la privatización algo natural. La educación tampoco es considerada un derecho humano por nuestra Constitución. Tampoco lo es la salud. Así que esa Constitución es básicamente lo que permite a cualquier gobernante que pase por Chile aplicar ese modelo.

Es un modelo que ha hecho de Chile un país inequitativo. Somos uno de los países más desiguales del mundo. Por lo tanto, es este sentimiento de injusticia el que afecta a todos los chilenos, y que no cambiará con estas medidas cosméticas. El presidente Piñera, en las medidas anunciadas para enfrentar la crisis, no dice nada sobre inyectar más recursos al sector salud que tiene un déficit enorme o aumentar el presupuesto en el sector para el año 2020. Tampoco proporciona una solución para los miles de estudiantes endeudados de este país que necesitan pedir préstamos a los bancos para estudiar. Estudiar aquí cuesta hoy 4.000 dólares al año en la carrera más barata de la educación universitaria, en la red pública. Porque aquí tenemos que pagar todo, pues todo está privatizado. El trabajador, si quiere jubilarse, tiene que cotizar a las administradoras de fondos de fondos de pensiones, que son privadas y cumplir cierto requisitos para poder hacerlo, no sólo la edad, sino tener un monto de ahorros acumulados que luego te calculan hasta los 110 años de vida. En 1983 se prometió que la gente se jubilaría con el 80% de sus salarios, y hoy se jubilan con el 20% de sus salarios. Y los políticos no hacen nada.

Le pondré un ejemplo: el 24 de octubre se aprobó un proyecto que proponía reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales. Este proyecto ya había sido rechazado por el gobierno y todo su sector, pero bastó que estallara la crisis, para que el Congreso ocupara del proyecto votando rápidamente la idea de legislar la iniciativa legal presentada por la diputada Camila Vallejo

Otro ejemplo. Uno de los empresarios más ricos de este país, Andrónico Luksic, dueño del 20% del sistema financiero, un canal de televisión y otras empresas, anunció que a partir del 1º de enero ninguno de sus trabajadores ganaría menos de 700 dólares mensuales. El salario mínimo en Chile es de 400 dólares. Pese a que ha estado explotando a sus trabajadores, pidió perdón y dijo que aumentará los salarios, llamado a sus pares empresarios a hacer lo mismo.

Con base en los ejemplos que usted está dando, está claro que la élite está bajo presión. Están sintiendo miedo. ¿Cree que es el momento de que se vuelva realidad la reivindicación de una nueva Constituyente? ¿Es hora de convocarla?

A los chilenos no se nos permite convocar una Asamblea Constituyente. La Constitución de Pinochet lo prohíbe expresamente. La única posibilidad es a través del Parlamento, de acuerdo con la ley vigente. En el último año de su mandato, Michelle Bachelet convocó a las llamadas Asambleas Populares Constituyentes. Envió un proyecto de ley para una nueva constitución al Congreso cinco días antes de que terminara su mandato, pese a que el anuncio fue cuestionado por muchos actores políticos y sociales. El proyecto sigue ahí, durmiendo en la Cámara de Diputados.

Creo, sin embargo, que la situación actual es propicia para los cambios que necesitamos. Y el gobierno está asustado. La élite está asustada. Y el pueblo de Chile más empoderado que nunca respecto a los cambios estructurales que quiere.

¿Conoce usted a Santiago? La Plaza Italia es el centro neurálgico de la ciudad. Esta plaza divide la ciudad entre el sector alto, el sector rico, y el sector bajo, clase media baja. Desde las celebraciones de cuando gana el equipo de fútbol chileno, hasta las protestas, todas tienen lugar en la Plaza Italia. ¿Creería que en estos días, la gente que joven que vive cerca de la Cordillera, en las casas grandes de Las Condes han estado bajando a la Plaza Italia, con sus ollas en la mano, para protestar contra el gobierno y el modelo?

Son protestas que nacieron con los estudiantes, por el aumento del metro, pero que ahora están muy extendidas. “Esto no es ni de izquierda ni de derecha, ni de clase baja ni de clase alta”, me dice la gente en la calle. Todo el país está movilizado. El otro día la televisión mostró a una señora rubia de ojos azules que protestaba golpeando una olla frente a una de las avenidas principales del Barrio Alto. Esto demuestra el tamaño de la voluntad de este país de cambiar las cosas. Otra señora, en una entrevista, dijo: “Sé que soy de la clase privilegiada. Pero no puedes pretender que no vea el tamaño de las injusticias en este país, la desigualdad”. Lo que estamos viviendo es algo que nunca hemos vivido. Nunca.

Y ese gobierno sólo logra infundir más odio en la población. Uno de sus miembros dijo públicamente que el costo de la vida estaba bajando como por ejemplo, las flores estaban más baratas ¿Flores?. Cuando un ministro dice que va a aumentar el metro, pero que si la gente quiere ahorrar que madrugue para optar a la tarifa económica que se aplica de 23:00 horas a 06:00 de la madrugada, se está riendo de tí, y de los miles de Santiaguinos que se demoran un promedio de 1 hora y media para cruzar la ciudad en transporte público. Cuando otro dice que no cambiará el sistema de planes de salud privados debido a una “pequeña marcha”, se está riendo de ti.

Es un gobierno vago, perezoso. Un gobierno-empresario, que cree que está negociando con el sindicato de su empresa. Y que apuesta por el cansancio de la gente. Pero la gente no se cansará. Todos los días, a las cinco de la tarde, se producen inmensas movilizaciones. Todo el país está a media carga. A las tres de la tarde, las empresas cierran y la gente sale a la calle. Con el toque de queda a las ocho de la noche, regresan a sus casas. No creo que esto se detenga. Es inútil que el presidente pida perdón. Se necesita un pacto social. Y no sirve de nada decir que el Parlamento redactará otra Constitución, porque los ciudadanos ya no creen en él. Lo que queremos es un pacto social que involucre llamar a una asamblea constituyente para una nueva Constitución, pero sin condiciones, es decir, sin militares en la calle.

Nayareth Quevedo

La situación actual es propicia para los cambios que necesitamos. El gobierno está asustado. La élite está asustada. Y el pueblo de Chile más empoderado que nunca respecto a los cambios estructurales que quiere.

Aquí en Brasil, en 2013, hubo también una serie de movilizaciones que fueron creciendo y que, en un principio, también fueron organizadas por estudiantes y que luego tuvieron el apoyo de los sectores más ricos. Lo que vimos después fue el ascenso de las fuerzas conservadoras, y uno de los resultados de ese momento fue la victoria de Jair Bolsonaro. Me gustaría saber si usted ve similitudes entre ese Brasil y Chile hoy. Y si hay un liderazgo de izquierda en las movilizaciones chilenas.

Le responderé con los resultados de una encuesta de opinión publicada el 21 de octubre, cuya pregunta sobre quién le gustaría que fuera el presidente de Chile, las preferencias espontáneas se inclinan para los dos candidatos de derecha Joaquín Lavin y José Antonio Kast, y por la de izquierda Beatriz Sánchez del Frente Amplio. Kast es lo más parecido a Bolsonaro que tenemos aquí en nuestro país. Es un político de derecha ultraconservadora, dejó uno de los Partidos de la Coalisión gobernante para convertirse en candidato presidencial en el 2017. Formó el Partido Repúblicano y ha dicho muchas veces sentirse admirador de la figura de Bolsonaro que representa para él, la autoridad, la familia tradicional y el desarrollo económico.

Este caballero llamó para el próximo domingo 27 una Marcha por la Paz. ¡Marcha por la Paz! [voz de asombro]. Si usted me pregunta cuántas personas puede reunir este caballero, le digo que estoy preocupada, porque habrá mucha gente. El curso de la historia podría parecerse mucho a Brasil, si las fuerzas de izquierda no se ordenan y proponen una salida al conflicto.

El presidente llamó el lunes [21 de octubre] todos los partidos para una conversación en la sede del gobierno. El Partido Socialista y el Frente Amplio se negaron a participar, y el Partido Comunista que lo invitaron a última hora, declinó de ir. Cuando se les preguntó por qué, los representantes de estas fuerzas dijeron: “No podemos legitimar un espacio de negociación con los militares en la calle”. Poco después, la televisión publicó, de forma grandilocuente, una encuesta que decía que “el 70% de la gente desaprobaba que estos partidos se hayan negado a participar” [hace la voz imitando a un exaltado locutor].

Aquí, como en otras partes del mundo, tenemos medios de comunicación de la oligarquía que sólo muestran violencia, queriendo aplicar la doctrina del shock. Por otro lado, sabemos que hay mucho montaje de imágenes, que muchos incendios fueron causados por la propia policía, y que dos policías fueron arrestados y dados de baja por haber sido descubiertos atracando supermercados en Santiago y Valparaíso. Todas estas cosas son denunciadas por las redes sociales, pero no está claro para la mayoría de la población.

Ahora, cuando usted me pregunta si hay conducción política, le digo que todo está muy confuso para la población. Es difícil especificar quién está conduciendo políticamente todo esto aún cuando hay intentos concretos de conducir por parte de Unidad Social. Lo que está haciendo la Central Sindical y los sindicatos es convocar manifestaciones y conferencias de prensa todos los días para defender sus puntos de vista, rechazar las propuestas del gobierno y presentar nuestra propia agenda, porque tenemos nuestras demandas. Pero no sé si estas demandas están llegando a la población. Yo las conozco porque soy parte de las organizaciones, estoy dentro del proceso. No estoy segura si el pueblo chileno tiene la idea de que hay alguien conduciendo las movilizaciones. Más bien se sienten autoconvocados.

Foto: Nayareth Quevedo/ISP

De todas maneras, las centrales sindicales y los movimientos populares han estado participando desde el principio. Hay evaluaciones de que aquí en Brasil estas organizaciones tardaron demasiado en pronunciarse en 2013, y este fue uno de los problemas que facilitó que la derecha se apropiara de las manifestaciones.

Esto no está sucediendo aquí en Chile. Creo que eso fue bien percibido por la población. Porque cuando la policía reprimió las primeras manifestaciones estudiantiles, la CUT convocó una conferencia de prensa para rechazar la violencia del Estado. Cuando el gobierno decretó el toque de queda, al día siguiente Unidad Social convocó nuevamente una conferencia de prensa rechazando a los militares en las calles. Todo el mundo replicó, en todas las redes sociales. Para un chileno, es muy fuerte ver a los militares en las calles, debido a todo el horror por el que hemos pasado en 17 años de dictadura. Los chilenos no lo hemos olvidado.

¿Las centrales sindicales y los movimientos sociales están convocando a nuevas manifestaciones para la próxima semana?

Sí. Habrá manifestaciones este lunes. Y otras serán organizadas para los otros días de la próxima semana. Esto no va a parar mientras no hayan respuestas a las demandas de la población.

Cuando los militantes de izquierda se encuentran con gente de otros grupos en las calles durante las manifestaciones, ¿ha habido peleas, malentendidos? ¿O ha intentado la izquierda dialogar con otros sectores?

Mira, los partidos de izquierda están unidos en el Frente Amplio, y otros a la Nueva Mayoría como los partidos tradicionales, el socialista y el comunista. Todas estas fuerzas están en diálogo, tratando de organizarse y organizar a sus militantes me imagino. Pero la población sigue estando muy confundida sobre quien conduce este movimiento que hasta hoy sigue siendo acéfalo. El camino que sigue será definir este actor que pueda interlocutar y representar las demandas de la gente. Pero no puedo decir qué podría pasar en los próximos días, en las próximas semanas. Creo que lo que definirá la situación será la fuerza de la voluntad del pueblo.