La derecha no podrá influir en la nueva Constitución chilena

En un país que lleva 200 años de historia escribiendo Constituciones por la oligarquía o un grupo de hombres – apenas un par de mujeres – que se representaban a sí mismos el pueblo ganó la posibilidad de escribir el nuevo Chile para las próximas generaciones.

Esta mañana “la marraqueta es más crujiente” – expresión chilena para referirse a un tipo de pan que aman lxs chilenxs – pero seguramente no para todxs. Lo será sin duda para las y los chilenos que salieron el 18 de octubre de 2019 a demandar otro Chile y que este fin de semana, 15 y 16 de mayo de 2021, se negaron a votar por los mismos partidos de siempre. Pero no lo será, ni para la derecha que no alcanzó el quórum que requería para escribir la nueva Constitución y que perdió los municipios más emblemáticos del territorio nacional, ni tampoco para la izquierda tradicional que gobernó el país por más de 20 años desde que se recuperó la democracia y que también salió herida en esta elección.

Es difícil escribir –un día después de las elecciones – acerca de la importancia de este momento histórico que vive Chile. Este fin de semana no sólo fue inédito en nuestras vidas, sino inédito para un país que lleva 200 años de historia escribiendo Constituciones por la oligarquía o un grupo de hombres – apenas un par de mujeres – que se representaban a sí mismos. A partir de hoy, la esperanza vuelve al pueblo, porque a partir de hoy escribiremos la carta fundamental que regirá los destinos de nuestra sociedad, y lo haremos a través de una Convención Constitucional paritaria, representativa de los pueblos indígenas y con un significativo número de independientes progresistas y sin militancia en los partidos políticos tradicionales.

Sin embargo, este momento no nos fue concedido, sino que fue conquistado en las calles y con la movilización de un pueblo que reclamaba derechos sociales y una vida digna arrebatada por un modelo neoliberal capitalista que plasmó la Constitución de Pinochet, y que hoy por primera vez tenemos la oportunidad de cambiar. Esta lucha tampoco fue gratis, costó vidas, ojos, violaciones a los derechos humanos y la libertad de muchxs que fueron apresados por protestar y demandar otro Chile. De ahí la importancia de los resultados de este proceso electoral, que viene a evidenciar un país que cambió tras el estallido y la pandemia.

Además, de la elección de los 155 constituyentes – en igual proporción tanto de mujeres como de hombres – estas elecciones también definieron las autoridades comunales y las gobernaciones regionales, donde la derecha tuvo una abrupta derrota, al perder los municipios emblemáticos y más grandes de Chile: Santiago, Maipú, Estación Central, Ñuñoa, Valparaíso y Viña del Mar, que fueron conquistados por el Frente Amplio y el Partido Comunista, lo que podría convertirse en una radiografía de las elecciones presidenciales de fin de año. Más aún después del lapidario diagnóstico que lanzó el propio presidente Sebastián Piñera admitiendo “que los resultados eran una muestra de que la derecha no estaba sintonizando con las demandas ciudadanas”.

Sin embargo, y a pesar de los pronósticos presidenciales, el voto de los constituyentes era el de mayor importancia por sus implicaciones en el destino del país: los 155 miembros de la Convención tendrán en sus manos la redacción de la nueva Carta Fundamental, que reemplazará a la vigente.

Nacida en 1980, en la dictadura de Augusto Pinochet, tiene una cincuentena de reformas, en su mayoría de finales del régimen militar y del Gobierno de Ricardo Lagos (2005). Cuando el estallido social puso entre las cuerdas la democracia chilena en octubre de 2019, la clase política ofreció el camino constituyente como la única vía para canalizar las demandas sociales institucionalmente.

Ese camino se inicia hoy con estas elecciones históricas, donde la derecha perdió la opción de escribir la nueva carta magna y mantener el modelo neoliberal chileno, y el pueblo ganó la posibilidad de escribir el nuevo Chile para las próximas generaciones. Un Chile donde las grandes alamedas se abran para que caminen libres mujeres y hombres y puedan construir una sociedad mejor.

¡Viva el pueblo, vivan lxs trabajadorxs!