Estados Unidos de América - hospitales como zonas de guerra

Una perspectiva profunda de la situación de lxs trabajadorxs de la salud en los Estados Unidos y la acción sindical positiva se presenta en el siguiente informe preparado por María Castañeda, del sindicato 1199SEIU United Healthcare Workers East, para la reunión del Grupo de Trabajo del Sector Salud y Servicios Sociales (HSSTF) de la ISP, celebrada el 11 de mayo de 2020.

Los Estados Unidos de América son el epicentro de la pandemia de COVID-19, con casi un tercio de todos los casos confirmados a nivel mundial (1.298.287 personas) y más de una cuarta parte de todas las muertes relacionadas con COVID-19 a nivel mundial (283.153 personas). Lxs trabajadorxs de la salud han estado luchando para salvar vidas. Con el sistema de salud casi colapsado, empeorado por la falta de respiradores N95 y otros equipos de protección personal (EPP), los centros de salud llegaron a ser "como zonas de guerra, caóticos, estresantes y aterradores".

Las afiliadas de la ISP y otros sindicatos del país están haciendo todo lo posible para ayudar a salvar vidas y garantizar la seguridad de lxs trabajadorxes de la salud. La AFT, afiliada a la ISP, está organizando medidas para movilizar a la ciudadanía, para que presione para que se dé la máxima prioridad a la producción de respiradores N95 y otros EPP. Entre sus acciones destaca una petición en línea (pueden respaldar esta iniciativa – firmando la petición aquí).

Vivo en la ciudad de Nueva York, el epicentro de la lucha contra el virus en estos momentos y para futuras crisis sanitarias.

Mi sindicato, 1199SEIU United Healthcare Workers East, representa a los cuidadores de primera línea de cinco estados, cuatro de ellos están entre los que registran más casos de COVID, incluido Nueva York. Vivo en la ciudad de Nueva York, el epicentro de la lucha contra el virus en estos momentos y para futuras crisis sanitarias.

Nuestros miembros trabajan en hospitales, en residencias de ancianos y en centros de atención médica domiciliaria. Son enfermeras, terapeutas respiratorios, asistentes médicos, trabajadores de servicios ambientales, auxiliar de nutrición, transportistas, auxiliares de enfermería, auxiliares de salud domiciliaria y personal administrativo. Ellos son los héroes en la lucha contra esta pandemia mundial. Nuestras comunidades los aplauden y les agradecen su dedicación, coraje y sacrificio durante esta crisis.

Nuestros miembros describen sus hospitales como zonas de guerra, caóticas, muy estresantes y aterradoras. Desde el primer paciente de COVID hasta que se dispararon, en apenas unos días, los pacientes en urgencias y UCI, los hospitales en la ciudad de Nueva York se convirtieron al completo en instalaciones dedicadas al COVID.

Todos los pisos de los hospitales se convirtieron en unidades de cuidados intensivos. Pero nuestros trabajadores de primera línea no estaban preparados para la crisis; no recibieron la orientación ni la capacitación adecuadas para trabajar con seguridad en esas UCI.

Mientras luchaban por salvar vidas, nuestros miembros también debían luchar por que les suministraran los equipos de protección personal (EPP) adecuados para protegerse. Debían luchar por que les suministraran los N95 esenciales, gafas, máscaras, batas de aislamiento, redes para el cabello, cubrezapatos y guantes. A nuestros miembros les dijeron que podían reutilizar los N95 o lavar y limpiar sus máscaras para usarlas durante hasta una semana. Los hospitales les dijeron que iban a descontaminar los EPP y que podían reutilizarlos.

Nuestros miembros continuaron presionando por que se cumplieran los estándares universales para el control de infecciones, cada vez más deficientes debido a la escasez de suministros. Los trabajadores dudaban de su propia letalidad y temían llevar el virus a sus casas e infectar a sus familias. Algunos miembros dormían en su automóvil o en garajes, por miedo a infectar a sus padres con sistemas inmunológicos delicados.

Afortunadamente, algunos hoteles y apartamentos de Airbnb ofrecieron alojamiento gratuito a los trabajadores de la salud y muchos aceptaron estas ofertas. Al principio, sólo se realizaban tests de COVID a médicos y enfermeras, pero finalmente nuestro sindicato logró que hicieran tests a todos los miembros.

Los pacientes positivos de COVID19 fueron dados de alta en los hospitales para recuperarse en residencias de ancianos que carecían de personal y EPP adecuados. En consecuencia, se convirtieron en "focos de infección" y las muertes se dispararon.

El cierre de todas las escuelas añadió a la carga profesional la del cuidado de los hijos. Nuestro sindicato volvió a dar un paso adelante pagando a sus miembros una ayuda para el cuidado de niños. Los hospitales y residencias de ancianos estaban teniendo graves problemas de falta de personal, debido a que nuestros trabajadores se estaban infectando por coronavirus y debían aislarse en cuarentena después de estar expuestos o dar positivo. A los trabajadores en cuarentena se les pedía que se presentaran pasadas 72 horas, incluso si seguían teniendo síntomas respiratorios. Continuamos luchando contra esta política de regreso al trabajo de manera insegura.

La escasez de EPP también afectó a nuestras residencias de ancianos donde viven nuestros mayores y la población más vulnerable. Muchas residencias de ancianos han experimentado brotes de COVID19. Inicialmente, los pacientes positivos de COVID19 fueron dados de alta en los hospitales para recuperarse en residencias de ancianos que carecían de personal y EPP adecuados. En consecuencia, se convirtieron en "focos de infección" y las muertes se dispararon.

Nuestros auxiliares de ayuda a domicilio también atienden a los frágiles ancianos y a poblaciones extremadamente vulnerables. Estos trabajadores son esenciales, pero a menudo se les deja fuera de los planes para recibir incluso los suministros de EPP más básicos. En muchos casos, no tienen máscaras faciales regulares, por no hablar de las máscaras N95, que están diseñadas para prevenir la transmisión de infecciones. Estos miembros son en su mayoría mujeres inmigrantes, con una edad promedio de 50 años. Muchas tienen problemas de salud previos que las hace vulnerables y aumenta su riesgo de contraer COVID19.

Nuestro sindicato 1199SEIU reivindica que el Gobierno federal libere las existencias de EPP del Departamento de Defensa Nacional y utilice la Ley de Producción de la Defensa para desviar la capacidad de fabricación actual y dirigirla hacia la producción de un número suficiente de EPP y tests de diagnóstico. Hemos pedido a las industrias que tienen grandes suministros de máscaras N95 que las donen a los trabajadores de la salud. A pesar de que han aumentado los suministros, los trabajadores continúan reportando las luchas diarias que tienen que librar para conseguir los EPP que necesitan.

Con la introducción de la legislación CARES (siglas en inglés de Ayuda, Socorro y Seguridad Económica frente al Coronavirus), debemos procurar que nuestro personal de la salud y los trabajadores esenciales sean los beneficiarios directos, a través de la fabricación de los EPP, de la asignación de la remuneración por riesgo y otros recursos muy necesarios, como la licencia por enfermedad remunerada, la gratuidad de los tests de diagnóstico y tratamientos, las ayudas para el cuidado de los hijos, el transporte y un fondo para hacer frente a los traumas a largo plazo de los trabajadores de la salud.

Ser testigo de la muerte de tantos pacientes incapaces de superar esta enfermedad ha sido muy traumático para muchos de los cuidadores de primera línea. A través de los planes de salud de nuestro sindicato, estamos proporcionando asesoramiento psicológico a nuestros miembros.

El mayor número de víctimas de COVID-19 se encuentra en nuestras comunidades negras y latinas.

Y, por supuesto, la economía se ha derrumbado ante la pandemia. Toda recuperación económica y la transición a una economía post-coronavirus debe abordar el racismo sistémico y las disparidades sanitarias en nuestras comunidades de color. Estas disparidades siempre existieron, pero la pandemia está sacando a la luz de manera dramática las desigualdades de la sociedad.

El mayor número de víctimas de COVID-19 se encuentra en nuestras comunidades negras y latinas. La histórica falta de recursos económicos hace más vulnerables a las personas de estas comunidades al asma y la diabetes, lo que a su vez las ha convertido en un colectivo de mayor riesgo de contraer el coronavirus. Por ejemplo, el Bronx, el distrito más pobre de la ciudad de Nueva York, tiene uno de los números más altos de casos de COVID-19 en la nación. Tiene las tasas más altas de asma e hipertensión; la esperanza de vida es 10 años menor que la de habitantes que residen a pocos kilómetros de distancia, en las zonas prósperas de Manhattan y Brooklyn. El Bronx alberga nueve centros de transferencia de basura y tres centros de desechos médicos, y sus autopistas sirven día y noche como ruta de paso de los camiones diesel. En la transición a una economía post COVID-19, deben abordarse estas injusticias raciales, económicas y medioambientales.

Los trabajadores asiáticos están en primera línea luchando contra COVID-19, como enfermeros, médicos, auxiliares de ayuda a domicilio, auxiliares de enfermería certificados y desde otras muchas profesiones. También son trabajadores esenciales que cuidan de nuestras comunidades mientras permanecemos refugiados y seguros en nuestros hogares. La retórica del odio y los ataques físicos contra los asiáticos no tienen cabida en la lucha contra el COVID-19. Todas las instituciones políticas, religiosas y culturales que conforman nuestras comunidades deben condenarlos y combatirlos.

Finalmente, no hay mayor prioridad que expulsar a Trump y sus aliados del Senado en noviembre. Su retraso en enfrentar la pandemia, sus falsedades y su fracaso en frenar la mayor catástrofe sanitaria pública del último siglo son razones suficientes (aunque hay otras) para derrotarles en las urnas. Hasta entonces, seguiremos trabajando con nuestros alcaldes y gobernadores que creen en la ciencia y siguen las recomendaciones expertas de los profesionales médicos, para orientar sus políticas y planes en la reapertura de la economía y la protección de nuestras comunidades.

Seguiremos aprendiendo lecciones de esta crisis para estar mejor preparados.