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7 de abril Día Mundial de la Salud en un mundo en Crisis

Las guerras están devastando las sociedades y colapsando los sistemas sanitarios en Sudán, Palestina, Ucrania, Congo y Yemen: puntos calientes de un mundo en llamas, donde decenas de conflictos violentos de menor intensidad también convierten en una pesadilla la prestación de asistencia de salud. Millones de personas mueren a causa de la crisis humanitaria y miles de trabajadores de la salud y cuidados son asesinados, incluso en Gaza, donde han sido objeto de ataques, torturas y humillaciones por parte de las fuerzas israelíes.
El ascenso político de los partidos y movimientos de derechas y la creciente influencia de sus ideas en el proceso político han contribuido a consolidar la condenable trayectoria de recortes en la financiación pública de la salud, así como en la ayuda exterior al desarrollo de los países subdesarrollados, que se desencadenó a raíz de la última pandemia. Y la cosa no acaba ahí. La retirada de los Estados Unidos de América de la Organización Mundial de la Salud, bajo una presidencia de Trump de nuevo, es emblemática y en sí misma desastrosa para el sistema multilateral que evolucionó sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.
Dentro de todo esto, apenas media década desde el inicio del brote de COVID-19, que fue una pandemia de importancia histórica, no hay garantía de que no nos pille desprevenidos y suframos casi la misma calamidad que pasamos hace unos años, si el mundo microbiano libra otra batalla existencial con la humanidad. Esto no se debe a que la humanidad carezca de lo necesario para cambiar esta realidad, aunque debamos señalar que las actividades humanas que impulsan la crisis climática contribuyen significativamente a aumentar la posibilidad de pandemias en un futuro (¿cercano?).
Se debe a que empresas como las grandes farmacéuticas anteponen el beneficio a cualquier otra cosa, incluidas la vida y la salud de las personas. Y los países más ricos de donde proceden estas multinacionales respaldan firmemente los intereses comerciales de estas empresas.
Por eso se han desvanecido las grandes esperanzas de la gente de todo el mundo de llegar a un tratado sobre pandemias con el "nunca más" escrito con valentía en su ADN. Todavía no está claro si se alcanzará algún acuerdo internacional en la 78ª Asamblea Mundial de la Salud, ya que hoy se reanuda en Ginebra la 13ª reunión del Órgano Intergubernamental de Negociación (ONI) que impulsa el proceso para llegar a un instrumento internacional de prevención, preparación y respuesta ante pandemias.
La coyuntura actual exige una profunda reflexión y una acción urgente. La interconexión de la salud con todos los ámbitos de la vida social quedó demostrada al principio de la pandemia de COVID-19, con el bloqueo mundial. Del mismo modo, debemos valorar el lugar central que ocupan la política y el orden económico internacional para lograr el acceso universal a una salud de calidad. Debemos recordar que cuando los Estados Miembros de la Organización Mundial de la Salud emitieron en 1978 la Declaración de Alma Atta en pro de la "Salud para todos en el año 2000", dejaron claro que sería imposible alcanzar este objetivo sin cambiar el orden económico internacional.
Se referían audazmente al Nuevo Orden Económico Internacional que las Naciones Unidas habían adoptado en 1974, a instancias de los países del Tercer Mundo, como se denominaba entonces a los países económicamente subdesarrollados del Sur global. Pero lo que surgió y se ha hecho cada vez más virulento es un orden económico mundial neoliberal con un ethos político igualmente cada vez más antiliberal en los últimos tiempos.
Para cambiar la desastrosa realidad global que este orden ha hecho para la salud de las personas y de la madre Tierra, debemos luchar por cambiar el propio sistema, en el espíritu de la declaración de Alma Atta, para hoy. Es una lucha que debemos librar juntos, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil, movimientos comunitarios y todos los que quieren un mundo mejor, con salud para todos.