Al celebrar su centenario, la OIT debe reencontrar su propósito

Con motivo del 1 de mayo, pedimos a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que siga siendo fiel a sus orígenes y valores. Para ser pertinente, justificar su razón de ser y establecer las normas del trabajo del futuro, debemos garantizar que la OIT siga sin estar sujeta a los intereses del capital privado.

Este año, el Día Internacional del Trabajo coincide con la celebración del centenario de la OIT. Esta exitosa longevidad no se puede ignorar, en particular cuando consideramos la evolución del mundo y del mundo del trabajo desde los comienzos de la OIT. No obstante, esta ocasión especial también brinda la oportunidad de detenerse a analizar su presente y su futuro.

Hace más de un siglo, un grupo de hombres de Estado concibió una organización que haría frente a las consecuencias de una horrible guerra y, lo que es más importante, la reconstrucción del frágil tejido social de muchos países. Gracias al Tratado de Paz de Versalles, en 1919 nació una nueva alianza de personas “movidas por sentimientos de justicia y de humanidad”. Se trataba de una asociación entre iguales en la que los gobiernos, los empleadores y los trabajadores se sentarían a la misma mesa y tendrían semejantes derechos y obligaciones. Es una responsabilidad enorme para los miembros de la sociedad civil que ningún otro organismo mundial ha osado reproducir desde entonces.

Una nueva guerra que volvió a destrozar el mundo propició la adopción de la Declaración de Filadelfia de 1944, que reafirmaba los objetivos tradicionales de la OIT. Mediante la declaración de principios como que “la libertad de expresión y de asociación es esencial para el progreso constante” o “todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo, tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades”, dio un paso más para situar en el centro de su labor no solo los derechos laborales, sino también los derechos humanos. Desde entonces, los mandantes han adoptado una serie de convenios fundamentales de la OIT que han pasado a formar parte de las normas del sistema internacional de derechos humanos y mejoran sistemáticamente las vidas de los trabajadores y trabajadoras y la sociedad en general.

Más recientemente, anticipando al movimiento #metoo, la OIT ha demostrado una vez más su valor y ha logrado la justicia mediante el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y trabajadoras domésticos (Convenio 189), y más tarde subió el listón, se puso manos a la obra para luchar contra una de las lacras más importantes que afecta a las mujeres y a la sociedad en su conjunto: la violencia y el acoso en el trabajo.

En los próximos años y décadas, a medida que nos adentramos en territorios desconocidos y afrontamos los retos de una nueva revolución industrial y las plataformas en línea utilizadas para poner en relación la oferta y la demanda de trabajo, la OIT debe estar preparada de nuevo para desempeñar un papel vital en la elaboración de normas para la era digital. Y necesitamos una OIT con los recursos adecuados para acometer esta nueva tarea.

Sin embargo, la realidad es que la crisis financiera de 2008 y las medidas de austeridad que se aplicaron posteriormente tuvieron profundos efectos económicos en el sistema de las Naciones Unidas, incluida la OIT.

La falta de recursos no ha dejado otra alternativa que hacer más con menos o abrir la puerta a la financiación privada. Las multinacionales y el sistema financiero se han aprovechado de esta situación y han asumido la función de los Estados, penetrando así en el sistema de las Naciones Unidas.

Como resultado, las Naciones Unidas exploran actualmente “mecanismos de financiación innovadores”, un conjunto de instrumentos no tradicionales para recaudar fondos para la cooperación internacional para el desarrollo a través, entre otros métodos, de asociaciones público-privadas y transacciones financieras basadas en el mercado. El problema es que, como era de esperar, el “mercado” y las personas en dicho entorno no se preocupan por la sostenibilidad o la dimensión social de su “inversión”, sino por sus propios beneficios financieros. Y cuanto antes se saque rendimiento al dinero, mejor. Esto plantea al menos dos problemas. Primero, existe un gran riesgo de que se prioricen objetivos a corto plazo frente a objetivos a largo plazo. Segundo, diferentes organismos de las Naciones Unidas competirán ente ellos para obtener fondos y cada uno tratará de ofrecer una “cartera de inversión” más atractiva para seducir a las partes interesadas.

La privatización del sistema de las Naciones Unidas que aboga por el estado de derecho y la cooperación a nivel internacional ya está teniendo repercusiones negativas en el personal, que experimenta una mayor precarización de su empleo. Además, también provoca contradicciones enormes; por ejemplo, la participación de McDonald’s en la iniciativa para promover el acceso de las personas jóvenes al trabajo decente, en consonancia con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, siendo ¡la empresa famosa por su política de salarios bajos y su posición antisindical, al mismo tiempo que elude cientos de millones en impuestos!

Este año, el 1 de mayo, pedimos a la OIT que siga siendo fiel a sus orígenes y valores. Para que sea pertinente y pueda justificar su razón de ser con el fin de establecer normas para el trabajo del futuro, debemos mantener su independencia de los intereses del capital privado. 

Si queremos que la OIT continúe siendo el foro internacional que da voz a los trabajadores y trabajadoras, debemos afrontar estas reformas institucionales.

¡Deseamos un feliz cumpleaños a la OIT y esperamos que cumpla muchos más años al servicio de los gobiernos, los trabajadores y trabajadoras y los empleadores – no del capital – del mundo!

La declaración del día de mayo de la ISP está disponible en inglés - francés - español - ruso

 

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1 de mayo de 2019 póster

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